Las reformas emprendidas por el gobierno de Raúl Castro se acercan a la hora clave. ¿Logrará la economía cubana salir de la encrucijada actual mediante la tentación a los inversionistas extranjeros? ¿Qué margen de tiempo puede permitirse para solucionar sus ingentes problemas un país sin recursos financieros en momentos en que su principal aliado se estremece con el bajón de los precios del petróleo y la crisis social?
En las últimas semanas -y más acentuadamente desde finales de octubre a comienzos de noviembre- el foco de atención sobre Cuba se ha concentrado en tres puntos fundamentales: el lobby antiembargo; el lanzamiento de la cartera de negocios que ha preparado el gobierno cubano para atraer las inversiones en la isla; y el impacto de las elecciones de medio término en Estados Unidos sobre el futuro de las relaciones entre Washington y La Habana.
Como resulta evidente, el gobierno cubano ha desatado una fuerte campaña para arreciar el cabildeo antiembargo a través de diferentes instituciones, personalidades, medios de prensa, organismos internacionales, grupos de cabildeo, agentes de influencia, foros académicos y hasta libros de apurada edición, con el objetivo de poner fin al embargo a la isla, que ya supera medio siglo.
Comitivas de correcorre
Paralelamente, el gobierno cubano ha echado a andar desde hace meses otra campaña dirigida a la atracción de inversionistas hacia diversos sectores de la economía del país, con prioridad en el turismo, las fuentes de energía renovable, la explotación petrolera y las producción de alimentos.
En este sentido, el Ministerio para la el Comercio Exterior y la Inversión Extranjera ha desatado una fuerte campaña, creando comitivas y visitando un sinnúmero de países, acompañado por un fuerte trabajo de promoción desde todas las embajadas cubanas en el exterior, con el objetivo de mostrar las ventajas y bondades de la nueva Ley de inversión Extranjera y las oportunidades de invertir en la Zona de Desarrollo Especial del Mariel (ZDEM). Por esta razón, ha creado una cartera de oportunidades con 246 proyectos que suman una cifra de inversión de más de $8,710 millones de dólares para proyectos en la ZDEM y el resto del país.
En un escenario en el que la situación económica, política y social de su principal aliado económico y político, Venezuela, no da señales de mejoría, las cosas se han complicado de súbito. El efecto de la caída abrupta del precio del petróleo hace aún más complejo -y acaso más interesante- el futuro de la isla, inmersa en un irreversible pero lento proceso de reformas. Para añadir más interrogantes al mapa cubano, en los últimos años ha vuelto a incrementarse el flujo migratorio en una escalada que recuerda la década de los 90, que desencadenó la crisis de los balseros, pero ahora en proporciones multiplicadas por la llegada anual por los puntos fronterizos de Canadá y México, hechos que ponen en evidencia que las reformas económicas en marcha no han sido beneficiosas para gran parte de la población, sobre todo para los estratos poblacionales más vulnerables de la estructura social del país.
Un documento incompleto
En este enmarañado contexto, el lanzamiento de la cartera oportunidades para las inversiones en la isla quedó plasmado en un documento, presentado a fines de octubre. Diseñado al estilo de un brochure de agencia de viajes, con un lenguaje técnico distinto al usual, más mercantil y técnicamente capitalista, pero con un escueto contenido, el panfleto trata de atraer el dinero que ya no puede aportar la desangrada y maltrecha economía de Venezuela. Pero a pesar de su aparente tecnicismo, es un documento superficial, excluyente e incompleto.
La orientación de la carpeta de negocios vas más dirigida a las exportaciones que al mercado doméstico, más a la macroeconomía que al mercado interno. La estrategia de incentivar las exportaciones es válida, pero no es suficiente; más importante y urgente es desarrollar el mercado doméstico para generar más empleos, mejores salarios y, por consiguiente, un mayor consumo, lo cual constituye el motor fundamental de las inversiones.
Llama la atención que en la cartera de inversiones no hay un solo proyecto para la construcción de viviendas, cuyo déficit casi ronda el millón de unidades en el país. Sin embargo, se aprecia la oferta de dos fábricas de cemento con un monto de inversión de un poco más de $400 millones de dólares cada una, y la proyección de ambas es destinar el 80% de sus respectivas producciones para la exportación. Una proyección que no se corresponde con las necesidades del mercado interno, tampoco con una prospectiva del destino de la exportación de ese 80%.
Con el problema del transporte pasa otro tanto. Un solo proyecto para el ensamblaje y producción de autos, con una proyección de 10,000 autos anuales, incluidos una parte para la exportación, en un mercado que tiene uno de los per cápita más bajos del mundo: de 38 autos par cada 1.000 habitantes. Resolver el problema del transporte del cubano de a pie (valga la intencionalidad) tiene que ser una prioridad de primer orden para poder lograr que la reforma económica tenga una dinámica productiva eficiente.
Lo que estamos viendo es que dos de los pilares de cualquier economía, industrias que pudieran generar enormes volúmenes de puestos de trabajo en una economía que pretende ser emergente, de nuevo tipo, apenas son estimulados como objetivos de inversión.
Andamiajes políticos
A la vez, la búsqueda de nuevos mercados para exportar servicios de salud y servicios informáticos está montada sobre andamiajes políticos, no sobre bases económicas competitivas. Por tanto, son negocios que están a merced de las circunstancias, sin poder asegurar permanencia a través del tiempo.
Desde el punto de vista económico, se trata de negocios montados sobre bases macroeconómicas, no sobre la premisa del emprendimiento del individuo, pues los mayores dividendos se los lleva el Estado y el dinero no fluye a quien genera la riqueza. De manera que el poder adquisitivo de esa masa de trabajadores involucrados no se corresponde con las ganancias generadas por el negocio.
Es por ello que el consumo de la sociedad crece a un ritmo muy lento, y es una cadena que no permite crecer los índices del mercado en los volúmenes que el país requiere para poder despertar con mayor fuerza el interés de los inversionistas. Así es muy difícil de contruir la base financiera que garantiza un capital de retorno más alto en un tiempo de recuperación de la inversión más corto, factores que constituyen elementos clave para atraer y generar una mayor confianza en los inversores.
La carpeta de proyectos que ha elaborado el gobierno cubano es más un listado de deseos que una cartera de oportunidades, pues no estimula la liberación de las fuerzas productivas ni el emprendimiento del individuo como ser social. El tejido empresarial que se pretende construir estaría montado sobre bases estatales, con el Estado como participante exclusivo en sociedad con las empresas y los empresarios extranjeros, mientras que el sector privado cubano queda totalmente excluido.
Está aún pendiente la cartera de oportunidades para los emprendedores cubanos.
La única forma de incrementar el salario de los trabajadores es incentivando el crecimiento del sector privado. Para ello, la cartera de oportunidades debe tener una segunda parte: proyectos y leyes que estimulen y contemplen sin restricciones ni tabúes la participación tanto de los cubanos que viven en la isla como de los que viven en el exterior.
Burocracia estatal y tabúes ideológicos
De lo contrario, el salario promedio seguirá siendo de 20 CUC mensuales y el atractivo del mercado doméstico continuará a merced de la entrada de capital proveniente de las remesas y de los turistas que van a la isla.
El turismo se ha puesto como meta tres millones de visitantes anuales y hasta ahora no lo ha conseguido. Cuba recibe actualmente 2.8 millones de turitas, el 19 % de los que acoge su vecino condado de Miami-Dade (14.2 millones).
Al menos en el aspecto de las remesas, los inversionistas extranjeros deben estar tranquilos, pues con la ola migratoria de cubanos hacia Estados Unidos y otros destinos, el flujo de dinero seguirá creciendo en los próximos años. Como también debe mantenerse la aspiración al crecimiento por exportación de servicios, cifrada en más de $8,000 millones anuales.
Pero eso no garantiza un despegue económico, sino más bien el mantenimiento de un estatus quo, con un PIB que no crece y una población que no prospera ni económica ni socialmente.
Para poder eliminar los subsidios, el Estado tiene que crear condiciones propicias para que los cubanos puedan tener sus propias empresas y los trabajadores encuentren empleo en un sector privado pujante y un ámbito competitivo. Es decir, las mismas oportunidades y condiciones para operar que las empresas que pertenecen al Estado. De lo contrario, la burocracia estatal y los tabúes ideológicos que frenan las reformas no solo seguirán lastrando el desarrollo económico, sino que incluso constituirán un freno para la atracción de capitales que tanto necesita el país.
Fuente: Cafe Fuerte